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Reseña – A House of Dynamite (2025)

Reseña – A House of Dynamite (2025)

A House of Dynamite comienza sin fanfarrias: un radar militar detecta un lanzamiento intercontinental anómalo que se dirige hacia el territorio continental de los Estados Unidos. No hay declaración de guerra, ni firma térmica atribuible a una potencia conocida. Solo un punto en el cielo que se mueve demasiado rápido.

En menos de veinte minutos, el gobierno estadounidense enfrenta una encrucijada sin precedentes: un posible ataque nuclear sin autor claro. La historia se despliega en tres líneas temporales paralelas, que muestran los mismos dieciocho minutos desde distintos espacios de poder:

  1. El búnker de mando NORAD, donde un grupo de operadores y técnicos lucha por confirmar la amenaza y ejecutar una intercepción casi imposible.

  2. La Sala de Crisis de la Casa Blanca, donde los asesores de seguridad nacional, inteligencia y defensa debaten frenéticamente entre la prudencia y la respuesta inmediata.

  3. El Despacho Oval, donde el Presidente —interpretado con contenida intensidad por Idris Elba— debe decidir, con información incompleta, si responde, y contra quién.

La película nunca ofrece una “respuesta correcta”: solo capas de duda, contradicción y miedo. En cada repetición de los dieciocho minutos, la tensión aumenta, no por lo que se hace, sino por lo que se omite. El espectador entiende que la verdadera amenaza no es el misil, sino la incapacidad del sistema humano-tecnológico para procesar incertidumbre a la velocidad del desastre.

Kathryn Bigelow dirige con precisión quirúrgica. No hay heroísmo ni redención; solo luces frías, protocolos fragmentados, pantallas que parpadean y miradas vacilantes. En su estilo sobrio y documentalista, la directora transforma la guerra nuclear —tema clásico del cine político— en un espejo contemporáneo sobre la burocracia, la tecnología y el miedo al error.

Enfoque de Relaciones Internacionales

1. Ambigüedad del agresor y la proliferación de actores

El misil llega sin atribución inmediata. ¿Rusia? ¿Corea del Norte? ¿Un grupo terrorista con acceso a tecnología militar? La película sugiere que el mundo multipolar actual ha diluido las fronteras entre “enemigo” y “aliado”.
En términos de relaciones internacionales (RI), esta falta de atribución erosiona la disuasión clásica: no se puede disuadir a quien no se identifica, y las represalias erróneas podrían detonar una guerra global por accidente.

2. El sistema de disuasión norteamericano

A House of Dynamite muestra los engranajes reales del sistema nuclear estadounidense —desde el protocolo de verificación hasta la coordinación con STRATCOM y la famosa “nuclear football”.
Este retrato técnico refuerza un dilema central en las RI: la disuasión solo funciona mientras los sistemas técnicos y humanos mantengan coherencia. Una falla —sea un mal cálculo o una decisión emocional— puede volver inútil la estructura entera.

3. Autoridad ejecutiva bajo presión

El poder de decisión recae en una sola figura: el Presidente. Esta concentración absoluta de autoridad nuclear es verídica y plantea preguntas políticas profundas:

  • ¿Hasta qué punto la democracia liberal delega el poder último de destrucción a un solo individuo?

  • ¿Qué salvaguardas existen frente a un error humano o un impulso emocional?

El filme convierte esta tensión institucional en su corazón moral: el poder como carga, no como privilegio.

4. Erosión del paradigma bipolar

Durante la Guerra Fría, la disuasión se sostenía en la lógica binaria EE.UU.–URSS. Hoy, la fragmentación del poder global y la aparición de actores “menores” (estatales o no) hacen que esa lógica sea obsoleta.
Bigelow lo ilustra con un detalle brillante: el misil no parte de una superpotencia, sino de una fuente imprevista, recordando que la amenaza ya no tiene rostro, sino ecosistema.

5. Credibilidad diplomática y costo de la incertidumbre

La película muestra el dilema de un presidente que no puede responder sin pruebas concluyentes. Esa inacción, sin embargo, puede ser vista como debilidad.
En RI, esta tensión entre prudencia y credibilidad es una de las más estudiadas: la disuasión efectiva requiere no solo capacidad militar, sino una reputación de voluntad política para actuar, aunque el riesgo sea enorme.

Situaciones plausibles en la realidad

Escenario del filmePosible correlato realLanzamiento no atribuidoEn la práctica, los sistemas de alerta temprana pueden detectar misiles sin identificar su origen exacto durante los primeros minutos.Fallo en interceptoresLos sistemas actuales (GBI, Aegis, THAAD) tienen tasas de éxito limitadas; un misil moderno podría evadir defensa.Decisión bajo incertidumbreLos protocolos de respuesta nuclear otorgan al presidente solo minutos para decidir; un error de interpretación podría ser catastrófico.Escenario de hackeo o spoofingLa película sugiere —sin mostrarlo explícitamente— que la atribución puede ser manipulada; hoy, el riesgo cibernético en la cadena de mando es real.

Reflexión final

A House of Dynamite no busca ofrecer esperanza, sino un espejo. Desde el punto de vista de las relaciones internacionales, es una advertencia brutal sobre la fragilidad de la arquitectura nuclear global y el papel decisivo —a veces solitario— de los líderes políticos ante sistemas demasiado complejos para entenderlos por completo.

Bigelow logra convertir un thriller militar en una lección sobre geopolítica, poder y responsabilidad moral. Es una película que incomoda porque parece posible, incluso probable.
Y esa es, precisamente, su genialidad.

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